“Debemos encontrar tiempo para detenernos y agradecer a las personas que hacen la diferencia en nuestras vidas”, John F. Kennedy.
Gratitud, justo esa es la palabra que engloba y describe lo que siento, luego de casi 13 años de trabajo en Hábitat para la Humanidad Nicaragua. Agradecido con Dios, con los afiliados, los donantes, empresas, voluntarios, nuestros colaboradores y con cada una de las personas que hacen posible que este engranaje funcione.
Nuestro trabajo no es como los demás, es un privilegio, una bendición de Dios porque desde Hábitat no solo podemos ejercer nuestra profesión haciendo lo que nos gusta, también cambiamos vidas, historias de familias enteras. Puedo afirmar sin temor a equivocarme, que la vida de miles de nicaragüenses tiene un antes y un después de Hábitat.
El niño que lloraba de miedo por las noches porque escuchaba ruidos en las paredes de zinc, la madre que vivía angustiada porque el salario no le alcanzaba para tener una vivienda de concreto, la familia que soñaba dormir en un sitio seco, protegidos de la lluvia. La mujer con problemas respiratorios debido al humo que generaba su estufa tradicional, la emprendedora que soñaba con acondicionar su negocio y la lista sigue, son miles de historias, una más inspiradora que la otra.
Agradezco infinitamente por ese privilegio, por cada abrazo recibido, por cada ladrillo que logré pegar con mis propias manos (tuve el honor de trabajar como voluntario casi 300 veces, entre 2 a 3 días por semana), por cada sonrisa de las familias. No creo que exista satisfacción más grande, que saber que tu trabajo cambió la vida de una familia entera, para siempre. Y desde luego, que nada de eso sería posible sin el trabajo incansable de un equipo entregado y comprometido, sin el apoyo de los colegas de otros países y sin la bondad de los donantes.
Escribo estas líneas desde el fondo de mi corazón, a manera de despedida. Estoy cerrando un ciclo en mi vida laboral, dejando la que fue mi casa durante casi 13 años, organización que marcó mi vida y mi corazón. Hábitat para la Humanidad Nicaragua es una organización ejemplar que me ha dado la oportunidad de aprender y servir. Una oportunidad que me ha enseñado mucho ha cambiado mi vida y ha fortalecido mi fe mucho más de lo que jamás podría imaginar. Llamo a esto una oportunidad única en la vida y de la que me siento muy honrado y agradecido de ser parte. Me voy con mucha gratitud y con la certeza de que quienes quedan, sabrán maniobrar este barco para seguir cambiando vidas, tejiendo historias de superación porque definitivamente: todas las personas merecen un lugar digno para vivir. Me despido, su amigo de vida.
Frank Matus-Aguirre