Los desastres no son naturales

Por Arq. Jaime Mok.

Al observar con diligencia uno de los bloques de concreto que se estaban vendiendo en la ciudad de Jacmel, Haití para la reconstrucción de las viviendas afectadas por el sismo de enero del 2010, me llamó la atención lo frágil del material con que estaba hecho pues este se podía desmoronar o deshacer con mis propias manos.  Para mi sorpresa, al recorrer las casas destruidas observé  columnas de concreto con apenas dos varillas de acero delgado en su interior y sin los fierros de amarre o estribos necesarios. Era de esperarse que tanto las columnas como las casas enteras estuvieran colapsadas en el piso.

Nuestras ciudades y comunidades en América Latina son testigos de una creciente vulnerabilidad y precariedad. De los 130 millones de familias que viven en las ciudades de la región, 5 millones están obligados a compartir vivienda con otra familia, 3 millones residen en viviendas irreparables,  34 millones habitan en inmuebles que carecen de seguridad de la tenencia, servicios básicos, pisos adecuados o espacio suficiente. El deterioro ambiental, la vulnerabilidad, la carencia de facilidades urbanas básicas como transporte público, parques y hospitales, y una variedad de problemas sociales tales como el desempleo, la violencia y el crimen en las comunidades donde habitan estas familias sitúan a casi el 40% de la población que se encuentra en situación de pobreza en la región, en condiciones aun de mayor  vulnerabilidad.

Los desastres no son naturales, son una construcción social. Construimos precariedad y situaciones de riesgo cada día. Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y  1.6 billones de personas en el mundo viven en condiciones habitacionales precarias.

La buena noticia es que al ser el desastre una construcción social, sí podemos tomar acciones para reducirla o mitigarla.  No podemos evitar que una amenaza natural como un sismo, lluvias torrenciales, vientos huracanados o erupciones volcánicas acontezcan, pero sí podemos reducir el grado de exposición o de fragilidad nuestra ante ellos.   Podemos empezar por mejorar nuestras prácticas de construcción, a exigir materiales de buena calidad, a prepararnos en nuestros barrios para implementar jornadas de limpieza de cauces, a organizarnos para identificar nuestros riesgos y planear medidas correctivas.  A todo esto se le llama reducción del riesgo o reducción de los desastres.

Desde el 2009, se ha designado el 13 de octubre como fecha para conmemorar el Día Internacional para la Reducción de los Desastres, y tiene como objetivo aumentar la concienciación sobre cómo las personas están tomando medidas encaminadas a reducir el riesgo frente a los desastres.  Hábitat para la Humanidad viene trabajando en esta perspectiva en todos los países donde tiene presencia, pero también ha asumido el papel de promover, en alianza con otras organizaciones, la discusión y el aporte para generar cambios y soluciones a nivel de políticas y marcos regulatorios que apoyen el cambio de largo plazo en el sector de vivienda y asentamientos para beneficio de los grupos más vulnerables.

Para este año, a nivel internacional se han acordado diferentes eventos enfatizando el tema «Mujeres y Niñas. La Fuerza (in)visible de la Resiliencia», y busca empoderar a las mujeres y a las niñas para un futuro más seguro.  Dado que los desastres no son naturales, recordemos que este cambio  sí es posible.

(*) El Arq. Jaime Mok es  miembro del equipo regional de Reducción del Riesgo y Respuesta a Desastres de Hábitat para la Humanidad Internacional.

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